El Tai Chi
se presta a malentendidos, comenzando desde su nombre: la transcripción
más acertada sería “Taiji Quan”, traducido generalmente como “boxeo de
polaridad extrema”.
En esta definición la palabra más importante es
Quan, que nos recuerda que el Taiji Quan debe considerarse un arte
marcial y por lo tanto, esto implica que entre sus objetivos
originales el principal sea la defensa personal.
¿Y esos movimientos elegantes en círculo que tu abuela dibuja
con las manos en el aire mientras intenta seguir el ritmo de su grupo
de Tai Chi? No son otra cosa que posiciones de defensa, ganchos,
palancas, proyecciones y golpes a la garganta y a la entrepierna.
A esto hay que añadir que el estilo
más difundido de Taiji Quan en el mundo sea el estilo Yang, que hace
hincapié en la lentitud de los movimientos y esconde muy bien su
potencial marcial.
En cambio, el estilo Chen, otra
forma de practicar Taiji Quan, mezcla movimientos lentos y sinuosos con
cambios de dirección improvisados, golpes potentes, saltos y patadas
típicas de la tradición marcial china.
Sin embargo, se ha comenzado a
dar a conocer al gran público décadas después respecto al estilo Yang, y
por lo tanto, su práctica es menos común en los gimnasios y es menos
conocido entre la gente.
Aún así, de entre lo dos
estilos, el Chen es el más antiguo: su limitada (pero creciente)
popularidad se debe a que hasta el inicio del siglo pasado el único
lugar donde era posible aprenderlo se encontraba en un pequeño pueblo de
la China rural, cercano al Rio Amarillo, llamado Chenjiagou (陳家溝).
Allí, en el siglo XVII, el general Chen Wangting creó un estilo de
combate propio, uniendo probablemente la amplia experiencia adquirida
durante años de batallas y la filosofía taoísta. Así, entre campos de
cereales y pasto, el estilo se habría pasado de generación en generación
rigurosamente dentro de la familia Chen. En este lugar, un maestro de
una época posterior decide romper con la tradición y enseñar Taiji Quan a
un alumno interesado pero no perteneciente al clan, permitiendo así la
creación de otros estilos y la difusión de este arte marcial en todo
China.
De entre todas las leyendas que
se conocen sobre monjes taoístas, inmortales, magos, la mayor parte de
los historiadores y expertos en el tema están de acuerdo en que este
sería el origen real del Taiji Quan. También es uno de los motivos por
los que el remoto pueblo de Chenjiagou en Henan es
considerado en todo el mundo el Jerusalem del Taiji Quan, el lugar
donde nació este arte marcial y donde los practicantes más
devotos sueñan con ir un día a beber de la fuente original del
conocimiento y presumir delante de los novatos una vez de vuelta en
casa.
En tierra salvaje
Si tu también eres uno de esos fans que sueñan con tocar con
la mano el polvo pisoteado por Chen Wangting y experimentar la emoción
de practicar con las super estrellas del Taiji Quan, la primera parte de
la etapa comienza en Zhengzhou, capital de la provincia de Henan.
Zhengzhou es la clásica
metrópolis china con unos pocos millones de habitantes y prácticamente
sin ninguna atracción turística. Sin embargo, es un centro importante de
la red ferroviaria del país, por lo que es muy fácil llegar desde
cualquier ciudad grande de China. Si tienes prisa por comenzar , el mejor medio es seguramente el tren de alta velocidad:
tiene salidas frecuentes y normalmente no es necesario reservar. Desde
Beijing tarda más o menos tres horas y media y su precio ronda los 35
euros.
El tren convencional es más
barato pero evidentemente más lento; podrías tardar toda una noche o
medio día y además podría estar a rebosar de gente. Otra posibilidad es
el avión, que cuesta más que el tren de alta velocidad (sobre los 100
euros) y debería ser más rápido, pero teniendo en cuenta los tiempos de
espera y los retrasos te lo aconsejo sólo si la primera opción no es
posible.
Cuando hayas llegado
a Zhengzhou, deberás ir a la estación de autobuses de largo recorrido o
“Er ma lu zhan”: no está muy lejos de la estación de trenes “lentos” y
podrías incluso ir a pie, mientras que si llegas a la ciudad con el tren
de alta velocidad o en avión, tendrás que coger un taxi.
Una vez en la
estación, busca el autobús con destino Wenxian. Salen con bastante
frecuencia por lo que si no tienes prisa puedes esperar a encontrar uno
que tenga buenas suspensiones, ya que el viaje durará al menos un par de
horas.
Como alternativa, mucho más
cara, está tomar un taxi hasta Wenxian o Chenjiagou: si has tenido
contacto con algún maestro antes de tu llegada seguramente te habrá
sugerido esta posibilidad. En cualquier caso, si tienes la esperanza de
llegar a alguna parte, acuérdate de llevar siempre contigo los nombres
en chino de los destinos, incluidos los nombres de las estaciones de
tren o autobús: ni los taxistas ni lo conductores de autobús hablan
inglés, y por mucho que te esfuerces con la pronunciación a ellos les
resultará incomprensible.
El viaje a Wenxian es por si
solo emocionante, tras dejar a tus espaldas la metrópolis y atravesar el
Río Amarillo, tendrás la impresión de haber hecho un viaje hacia atrás
en el tiempo y de entrar en un territorio absolutamente “rústico”, donde
el color verde de los campos de cultivo se funde con el rojo de la
tierra desnuda y de las cuencas de contención, mientras las referencias a
las artes marciales comienzan a surgir como elementos decorativos
a lados de la carretera.
Wenxian es una “ciudad” más
bien pequeña y una vez allí será necesario que cambies de medio de
transporte. Se trata de un trayecto de unos diez minutos, por lo que
puedes adaptarte a cualquier medio de transporte que te propongan:
coche, furgoneta, apecar… la imaginación de los taxistas chinos
improvisados no tiene límite.
Mostrar tus maletas y tu pinta de
occidental despistado será suficiente para encontrar a alguien que
se ofrezca a llevarte Chenjiagou por un módico precio; en este caso no
será necesario explicar nada al conductor, todos los turistas que llegan
Wenxian están de camino hacia Chenjiagou. Tras varios kilómetros la
carretera pasará a ser de tierra y estarás totalmente rodeado por campos
de maíz.
“Chenjiagou”, o “el foso de la
familia Chen”, toma el nombre de un cauce que bordea el pueblo. El lugar
es más bien pequeño y a simple vista no presenta muchas comodidades:
una sola carretera asfaltada, construcciones de todas las épocas pero
ninguna de interés arquitectónico, algún edificio más moderno y muy, muy
feo, un par de tiendas de alimentación y quizás una minúscula sala de
te.
Las posteriores observaciones no mejorarán esta primera impresión.
Falta alumbrado en las calles,
no hay ni un sólo restaurante decente y de vez en cuando tendrás que
apartarte para dejar paso a un pequeño rebaño de ovejas. El polvo está
por todos lados, cubre las calles, los alféizares, las sábanas colgadas
mientras se secan, incluso se habrá fijado en tu frente sudorosa. Si has
ido de vacaciones, lo más seguro es que te hayan timado.
Si en cambio
has llegado impulsado por la única explicación plausible, es decir, tu
pasión por el Taiji Quan, en el centro del pueblo podrás visitar un
parque dedicado al Taiji y a sus orígenes, un museo y algunas pequeñas
tiendas de equipamiento deportivo pero bien surtidas y baratas.
Los niños y jóvenes de
Chenjiagou asisten a las escuelas de Taiji Quan de forma casi
permanente, ya que para ellos las artes marciales representan la
alternativa más atractiva a una dura vida de trabajo en los campos.
Además de los residentes locales, todas estas escuelas, según tengo
entendido, acogen durante periodos más o menos largos ya sea a
estudiantes chinos que a extranjeros; si los primeros son privilegiados
por el hecho de conocer el idioma, los segundos son seguramente bien
acogidos ya sea por la oportunidad de difundir la fama de la escuela en
el mundo que por lo dólares con que pagan los entrenamientos.
De todas maneras, es posible y
aconsejable entablar contacto por e-mail antes de partir, al menos para
pedir información sobre el precio del curso y el alojamiento. Con el fin
de evitar una amarga decepción, ten en cuenta que en general el hecho
de alojarse y entrenarse en la escuela de un maestro famoso no equivale
necesariamente practicar con ese maestro, a no ser que se pida
específicamente y se esté dispuesto a desembolsar una cuota adicional
bastante importante.
De hecho, no hay que dar por descontado que verás
al maestro, visto que muchos maestros de Chenjiagou pasan buena parte
del año inmersos en tours dando la vuelta al mundo: ¡mejor informate
antes!.
Por otro lado, las tarifas son mucho más bajas que los que
solicitan practicar con los mismos maestros en Europa, y, en su
ausencia, los instructores autorizados para enseñar en Chenjiagou tienen
todos un nivel altísimo.
Para satisfacer mi sed de Taiji
Quan, me he puse en las manos del maestro Chen Bing: generación XX de
la familia Chen, con una sólida reputación y numerosas posibilidades de
verlo sucesivamente incluso cerca de casa, ya que suele viajar a menudo.
Por lo tanto, sólo puedo describir como es la experiencia en su
escuela, pero hablando con otros que han elegido una experiencia
diferente, no me parece que haya grandes diferencias, ya que al fin y al
cabo estamos en reino de la tradición.
La escuela es una construcción
bastante reciente de tres pisos, con habitaciones que asoman al patio
interno, un comedor común y un gran gimnasio. Durante mi visita la
frecuentaban cerca de un centenar de jóvenes alumnos fijos, provenientes
de Chenjiagou y sus cercanías, y una decena de invitados sobretodo
chinos.
En cuanto al alojamiento, la escuela de Chen Bing tiene fama de
ser particularmente adecuada a las exigencias más demandadas por los
invitados occidentales. Imagino que esto hace referencia al hecho de que
algunas habitaciones tienen aire acondicionado (indispensable en
verano), porque por el resto no hay muchas comodidades: dos camas, una
mesilla, un baño y una buena cantidad de suciedad que limpiar antes de
que pueda ser considerado un espacio habitable. También aquí el polvo se
acumula en todas las superficies y entra en cada grieta, cosa que
contribuye en gran parte a la sensación de suciedad.
Afortunadamente no tendrás
tiempo ni fuerzas de hacer caso a las condiciones higiénicas: la vida de
los aprendices de Taiji Quan, chinos o extranjeros, sigue una rutina
intensa.
El día comienza pronto por la mañana con un desayuno a base de
verduras y pan al vapor para continuar con un entrenamiento en el
gimnasio o en el patio hasta las once y media. Acto seguido, comida a
base de verduras y arroz, tres horas de descanso y después de nuevo
entrenamiento hasta la noche, y para finalizar la jornada, una buena
cena a base de verduras y arroz. A veces, junto con las verduras, la
premiada cocina del pueblo ofrece un trozo de tofu apestoso (stinky
tofu), un huevo cocido o una cabeza de gallina, justo para mantenerte en
forma.
En el caso de que extrañamente no te gustase la cabeza de
gallina o la monotonía del menú te hiciera tirarte de los pelos, siempre
tendrías la posibilidad de ir a Wenxian o visitar la tienda de
alimentación donde, a tu cuenta y riesgo, podrás completar la dieta con
algún producto local. Pero no estás allí para engordar, ¿cierto?.
Estás en Chenjiagou para sudar,
y te aseguro que sudarás hasta mojar cada milímetro de la camiseta, ya
sea si has elegido el entrenamiento personal con algún maestro de fama
mundial o si te has contentado con practicar en grupo o bajo la tutela
de un instructor.
En todo caso, comenzarás el día con una sesión de
calentamiento y estiramientos para después repasar en grupo la formas
base del estilo Chen en el patio o en el gimnasio.
Una vez hecho el
calentamiento, tendrás la posibilidad de profundizar otras formas o de
ejercitarte con los mejores aprendices de Taiji Quan del mundo,
entrenando todo el día con las manos desnudas o con armas, practicando
tu shou o con alguno que sea capaz de responder a todas tus preguntas
sobre Taiji Quan. Esto será posible siempre que sepas hablar chino, está
claro, porque no te esperes poder hablar en inglés con más de tres o
cuatro personas dentro de la escuela.
En cuanto a la disciplina:
nadie te vendrá a buscar si decides dormir hasta tarde o te obligará a
hacer los entrenamientos, nadie te dirá como vestirte o de que color
tiene que ser tu camiseta, pero será de sentido común prestar atención a
los instructores y no poner a prueba su gran paciencia.
Por otro lado,
todos los alumnos parecen estar dispuestos a colaborar y a enseñar el
poco o mucho Taiji Quan que conocen, con poquísimo o ningún sentido de
competición, todos están dispuestos a escuchar y ser respetuosos con
quien practica con empeño.
Una cosa a tener en consideración son las condiciones atmosféricas: Henan se caracteriza por tener un clima continental, con inviernos duros y veranos muy calurosos. En cualquier caso, el sufrimiento está asegurado, ya que como te puedes imaginar el gimnasio no está equipado con calefacción ni aire acondicionado, y te tendrás que entrenar con varias capas de jerseys o, al contrario, prepararte a beber continuamente para rehidratar tu cuerpo del sudor que chorrea hasta el suelo. Al anochecer soplará a menudo el viento, levantando nubes de polvo rojo que darán al pueblo un aspecto irreal y que cubrirá de nuevo todos los rincones.
Resumiendo
Mientras practicas un relajante
Tai Chi en el parque con tu abuela el domingo por la mañana o limpias
con cuidado la suela de las zapatillas antes de entrar en el gimnasio
para no estropear el parqué, te podrías preguntar si realmente vale la
pena ir hasta la otra parte del mundo para hacer tanto esfuerzo, para en
realidad repetir los mismos ejercicios que puedes hacer tranquilamente
en tu casa. Evidentemente no te puedo dar una respuesta tajante: es
verdad que en Chenjiagou se encuentran los mejores maestros, pero
también es cierto que para comenzar a notar una evolución real en el
estilo del Taiji Quan habría que quedarse en Henan durante meses, por no
decir años.
Sinceramente, no volverás como
maestro, y de hecho, después de compararte con los mejores en el campo,
incluso se te irán las ganas de fanfarronear. La verdad es que mientras
estás concentrado meditando en la postura del árbol y pasa un rebaño de
ovejas delante de ti, o estás repitiendo por centésima vez a Lao Jia
intentando comprender porqué tu cadera no está aún suficientemente
relajada y tu puño nunca es lo suficientemente potente, mientras pisas y
saltas sobre un suelo lleno de polvo y escupitajos, o miras a los niños
de Chenjiagou como vuelven del entrenamiento con una sonrisa en la cara
y las camisetas cubiertas de barro, no te harás este tipo de preguntas.
Estás allí y tras esa experiencia nunca volverás a pensar en Taiji Quan
de la misma manera y sabes que ha valido la realmente la pena.
[Photo Credits for the first photo (Creative Commons License): www.flickr.com/photos/funfront/]
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