Emperador
de China que vivió hacia el siglo XXI a.C., conocido también como Da Yu
(‘El Gran Yu’).
Se incluye entre los reyes legendarios de la época
prehistórica.
Considerado durante la dinastía Zhou
como un ser divino, se convirtió más tarde en un héroe mítico muy
alabado por los confucianistas, que hicieron de él un soberano ejemplar.
Su vida aparece contada de forma coherente por primera vez en la obra
del historiador Sima Qian (muerto hacia el año 87 a.C.), pero la leyenda
permite situar la figura de Yu en el centro de las más antiguas
creencias chinas.
Se cuenta que fue ministro del
emperador Shun, quien le encargó regular el curso de las aguas y poner
fin a las continuas inundaciones. Sucedió a su padre, Gun, ministro del
emperador Yao. Después de fracasar en su intento de contener los ríos
durante nueve años, Gun fue exiliado y ejecutado un año después en el
Monte de las Plumas. Con el sacrificio de Gun, incapaz de sanear la
tierra, desaparecían los viejos valores y se consagraba el advenimiento
de un nuevo orden territorial. Para acabar con los continuos
desbordamientos del Río Amarillo, se cuenta que Yu le hizo la ofrenda de
su cabello y sus uñas, símbolos de su fuerza y de su nobleza.
Tras
su consagración al dios del río, la mitad izquierda de su cuerpo quedó
paralizada y su cara se volvió de color negro, que estaba, en la antigua
simbología china, asociado al agua. Yu se dedicó luego a recorrer las
orillas del Río Amarillo, excavó desfiladeros, abrió canales y
acondicionó el estuario del río. Limpió también las fuentes de otros
ríos y excavó montes para abrir paso a las aguas del Yangzi hacia el
mar.
Yu, cuya misión era hacer del mundo un lugar
adecuado para los hombres, trabajó en la irrigación de los campos,
desecó los pantanos insalubres y cortó arboledas para hacer caminos.
Enumeró las principales montañas y los grandes ríos para determinar las
fronteras del país. Dividió el territorio en nueve provincias y fijó
para cada una los tributos que debían entregar al emperador, según sus
recursos.La forma de andar particular de Yu, adelantando el pie derecho y
luego el izquierdo hasta la misma altura, dio origen al famoso “paso de
Yu”, danza mágica que los taoístas emplearon durante mucho tiempo para
alejar a los malos espíritus.
Yu realizó la medición
de las tierras y se le atribuye el primer mapa geográfico. Lo hizo
grabar sobre nueve calderas, cinco de ellas asociadas al principio Yang y
cuatro al principio Yin, que luego se convertirían en talismanes; este
mapa sería transmitido después de generación en generación.
Esos
trípodes, conocidos bajo la dinastía Zhou, tenían el poder de volverse
ligeros si la virtud del emperador se degradaba. Otras versiones cuentan
que sobre esos calderos Yu representó a los genios que poblaban
todas las regiones para que los hombres pudieran distinguir a los buenos
espíritus de los malos, y recorrer la tierra sin verse amenazados por
ellos.
Tales leyendas vienen a recalcar el papel
mágico que tuvo la fundición de los metales desde la más remota
antigüedad. La tradición cuenta que durante uno de sus viajes, Fuxi, el
primero de los tres Soberanos Augustos, apareció delante de Yu bajo la
forma de una serpiente, y le dio a conocer los dibujos de los ocho
trigramas. pakua
Textos mucho más antiguos han relacionado a Yu con la figura gráfica llamada hedu
(‘plano del río’), que procede, se dice, de Fuxi y que representa los
ocho primeros números y los cinco elementos. Unos cuentan que ese
cuadrado mágico le fue entregado a Yu por un animal fabuloso, mitad
caballo, mitad dragón, que salía del Río Amarillo. Por otra parte, una
tortuga del río Luo le enseñó otro dibujo, llamado Luo Shu, que
representa otro ordenamiento de los mismos números, acompañados por los
cinco elementos, las cuatro estaciones y los cuatro puntos cardinales.
Otros han querido ver en el hedu el antiguo mapa que Yu estableció después de ordenar el “mundo”.
Yu
sometió también al pueblo rebelde de los San Miao, bárbaros del oeste,
que no reconocían el calendario oficial. Para ello, cultivó la virtud y
pasó por una serie de pruebas, después de la cuales ejecutó una danza
guerrera ante su jefe. La victoria de Yu permitió así establecer un
nuevo orden del tiempo.
Gracias a su virtud,
reconocida por todos, Yu fue designado para suceder al emperador Shun.
Fue el fundador de la primera dinastía, llamada Xia (del siglo XXI al
siglo XVI a. C.) que adoptó el nombre de su feudo y que, según el
historiador Sima Qian, contó con diecisiete emperadores. Yu pasa por
haber unificado las diferentes etnias que poblaban el territorio chino.
Viajó hasta los confines de su imperio, habitados entonces por seres
fabulosos, y les persuadió con danzas rituales para someterlos a su
poder. Llegó así hasta la montaña sagrada de Guji, en el sudeste, para
recibir el homenaje de los jefes guerreros de las tierras de Yue. Allí
se enfrentó con Fangfeng, un jefe de tribu, le mató y le ofreció en
sacrificio al Dios del Suelo. Con esta victoria el prestigio de Yu iba a
alcanzar su plenitud.
A su muerte le sucede su hijo
Qi: por primera vez en la historia china un soberano hereda el poder de
su padre. Aunque la dinastía Xia fue considerada como legendaria
durante mucho tiempo, su existencia se ha visto acreditada por las
últimas investigaciones arqueológicas. Hoy en día se suele localizar el
territorio controlado por aquella dinastía en el interior del codo
formado por el Río Amarillo y la zona situada al este.
Las
hazañas de Yu, después de su reinterpretación por parte de los
confucianistas, han adquirido una nueva coherencia al recalcar el papel
de la virtud personal y de la civilización en la lucha contra los
elementos o la barbarie. Yu organiza el “mundo” dividiendo las tierras y
dando a cada uno un lugar en la jerarquía espacio-temporal y social.
Para los confucianistas la virtud se expresa en esa restauración del
orden. Por otra parte, los poderes de Yu parecen ilustrar antiguas
prácticas chamánicas, como las danzas rituales acompañadas de música, la
consagración del cuerpo a un elemento o la alianza con un animal
emblemático, como el dragón, asociado a los ríos. Algunas de estas
creencias animistas pasaron a formar parte del taoísmo en sus
derivaciones más populares.